Mari Carmen Pérez, de la quesería Madre Vieja. |
La Villa de Moya sigue demostrando que las bondades paisajísticas y gastronómicas que ofrece a los visitantes locales y foráneos, van mucho más allá de sus afamados bizcochos y suspiros. Tanto que, por ejemplo, de la mano del Ayuntamiento moyense y la distribuidora Queso Project, los quesos de seis queserías del municipio norteño pueden encontrarse en las cartas de prestigiosos restaurantes con estrellas Michelin, como el madrileño Sant Celoni o el del chef Martín Berasategui en Tenerife; además de tiendas gourmet especializadas repartidas por toda la geografía peninsular. Se trata de las queserías El Cortijo de las Hoyas, Frescos del Norte, Montesdeoca, El Caidero, Altos de Moya y Madre Vieja. E, incluso, el sabor a campo, la elaboración artesanal y la intrahistoria que guardan bajo la corteza cada uno de estos quesos, las cámaras de curación en cuevas en mitad de la naturaleza y las acogedoras manos que se encargan de esculpir tal obra de arte culinario, en su mayoría de mujeres que compaginan esta sacrificada labor y el cuidado de los animales con la atención al hogar y a familiares dependientes, ha atraído estos días hasta la Villa a una expedición de distribuidores catalanes que se plantean importarlos también en Barcelona.
“Es impresionante, no sólo el queso, que es espectacular, sino conocer a los productores, la tradición, el contexto y la cultura de un producto de la tierra”, explica Xavi Bou i Bosch, gerente de Xarcuteries Bosch de Barcelona, quien asegura que “esta experiencia es la que transmitiremos a nuestros clientes cuando nos pidan un queso de Moya, le añade mucho valor al producto hacer las cosas bien desde el origen”. Para Mario Romero, gerente de Selección Gastronómica, también barcelonesa, “existe un nicho de mercado específico para este tipo de quesos y que los valoraría, pues son quesos excelentes que suponen un trocito de paisaje y del territorio en la boca, registros lácteos y vegetales y, sobre todo, con registros de emociones”.
Emociones como las que se perciben en Mari Carmen Pérez, de la quesería Madre Vieja, mientras parte un pedazo de su queso curado de mezcla y lo da a probar con ese entusiasmo marcado en el rostro de quien espera ver cumplidas nuestras expectativas. Un intenso sabor a pasto y a animal, a especias con cierto regusto picante, invade toda la boca. El semicurado de media flor es más suave, más lácteo, con una explosión de acidez al final. Cada queso es único y contiene un pedacito de su entorno, de sí misma y de su hijo, Jorge Valentín, quien le ayuda en el mantenimiento de la quesería y a sus 18 años espera poder compaginar estas labores con estudios relacionados con el mundo audiovisual. “Supone un gran orgullo ver nuestros quesos en la Península y que restaurantes y comercios tan importantes valoren nuestro producto, pues le dedicamos mucho esfuerzo e ilusión”, confiesa Mari Carmen Pérez.
Mari Carmen es también presidenta de la Confederación de Mujeres del Mundo Rural en Canarias, CERES, colectivo que celebra la puesta en marcha hace unos meses por parte del Gobierno regional del registro de titularidad compartida de las explotaciones agrícolas y ganaderas, conocido como Reticom, pero considera que debe de ir acompañado de otras acciones para que resulte efectivo en la misión de visibilizar el papel de la mujer en el sector primario. “En las queserías trabajamos sobre todo las mujeres y en varios casos están a nombre de los maridos, por tradición y porque los ingresos no dan para pagar el alta en la Seguridad Social de dos personas”, lamenta, “por lo que tienen que elegir entre comer o ser copropietarias; eligen lo segundo y seguir en la sombra”.
Francisca Moreno, de la quesería Altos de Moya, muestra su queso de flor a los distribuidores llegados desde Barcelona |
Al frente, el concejal de Desarrollo Local del Ayuntamiento de la Villa de Moya, Santiago Santana, y Vicente Martín, director de Queso Project, una modesta empresa distribuidora de quesos artesanos ubicada en Arrecife de Lanzarote, donde el pasado año obtuvo el Premio Lanzarotemprende al mejor proyecto emprendedor de esta isla. “Nosotros hacemos una distribución responsable, con un amor y una sensibilidad enorme hacia el queso y, sobre todo, hacia el productor”, asegura. “El productor canario está muy maltratado por los intermediarios, pero no sólo de quesos, sino en el sector primario en general”, lamenta Martín, “por eso hemos querido hacer algo diferente, que el producto y las historias personales que tiene detrás entren en las casas de los consumidores; no sólo se llevan un queso, sino que valoran el esfuerzo de los productores”.
Francisco Díaz, de la quesería El Cortijo de las Hoyas, saca a pastar a su rebaño de ovejas. |