Se trata de gestos que hace unos años eran muy comunes, cuando el agua de los bidones se acababa, pero ahora que el suministro es continuo, se ha perdido esa sensibilidad sin reparar en que el problema en Gran Canaria es que el agua de consumo hay que fabricarla, lo que lleva aparejado un importante coste de producción y energía, sin contar las infraestructuras y su amortización.
El consumo urbano de agua en Gran Canaria asciende a 60 millones de metros cúbicos, y puesto que con estos gestos el consumo de cada domicilio bajaría un 10 por ciento, con ellos se puede ahorrar el coste de producir 6 millones de metros cúbicos, o lo que es lo mismo, seis millones de euros.
Y es que cerrar el agua durante la ducha ahorra 30 litros de agua, 20 si lo hacemos en los dos minutos que se recomienda emplear en cepillarse los dientes, 30 litros por solo reparar una gotera y 10 al cerrar el grifo mientras se friega.
Tampoco es aconsejable dejar correr el agua mientras se calienta sin recogerla para la cisterna o regar, y desde luego usar la vasija como papelera y tirar del agua es un desperdicio de 10 litros sin justificación alguna a pesar de ser un gesto que se ha llegado a normalizar en algunos casos.
El agua y el dinero que se derrocha es un coste que no se repercute en su totalidad en la factura final pero que igualmente costea la ciudadanía grancanaria a través de las arcas públicas, ya que aproximadamente tres de esos millones salen de los bolsillos de las familias y los otros tres del Cabildo y los ayuntamientos, un dinero que se podría destinar a seguir mejorando las instalaciones o la eficiencia energética, o a cualquier otro fin, menos dejar que se siga deslizando por los desagües.
Por este motivo, el Cabildo de Gran Canaria, a través de su Consejo Insular de Aguas, anima a la población grancanaria a recuperar aquellos hábitos, los convierta en gestos cotidianos y haga suyo aquel lema que decía “tú te lo puedes permitir, pero Canarias no”.
