TAO FIESTAS
Galería de fotos en: Puedes ver una amplia galería fotográfica del día de El Charco en este enlace.
Jueves 12 de Septiembre de 2013 00:00
La Aldea Sociedad
Hace exactamente un año, el once de septiembre de 2012, Alejandro Valencia, con un año y pocos meses de edad, se estrenaba en El Charco.
Hace un año, Alejandro iba en la enorme cesta que serviría también para coger las lisas, y un año después, ha seguido con la tradición, ya que guapísimo con su terno blanco, vivió su segundo Charco, bailando desde el cruce de la playa hasta el muelle, como manda la tradición.
Alejandro representa el futuro de las fiestas aldeanas, pero hay un presente muy vivo, que enamora y encandila. Y si no que se lo pregunte a Susi, una austriaca que vivió su primer Charco este miércoles, y que con sus ojos vio y con su caorazón sintió, la alegría de un pueblo que cada once de septiembre se convierte en una enorme familia, en la que todos, aldeanos y foráneos tienen cabida.
Y es que una vez más, las magia festiva de La Aldea, prendió en los corazones, cuando cerca de las doce del mediodía, la banda de Agaete comenzó a tocar, y el cielo azul resplandeciente, fue tomado por guitaras, timples y cestas, alzados por hombres y mujeres, que agotados por el intenso trajín festivo de los días anteriores, sacan fuerzas de lo más profundo, para cumplir con la trilogía festiva.
Lola este año, llegó fresca como una amapola, después de disfrutar de la tarde noche de romería, como si la sola mención del Charco fuera el remedio más eficiente para aliviar el cansancio, y tanto que lo fue, ya que desde que la banda comenzó a tocar, no paró de bailar, mostrando ese milagro anual de reponer el cuerpo que solo se ve en La Aldea.
Y así, un año más, se bailó hasta el muelle, con un sol de justicia que para los aldeanos, engalanados con el sofocante terno, no es sino un aliciente más para poder llegar a las cinco de la tarde.
Y un año más, mientras en el muelle se bailaba, en el parque Rubén Díaz, comenzaban los preparativos del almuerzo familiar.
Sergio y Mari Luz amanecieron en el parque, para poder coger la mesa que todos los años escenifica el encuentro con los amigos, entre los que no faltan Miguel, Alejandro y Nayade.
Cerca de ellos, las hermanas Carmencita, Conchita y Maruca, jugaban al Chinchón, matando el tiempo hasta que llegaran los más jóvenes para disfrutar del almuerzo.
Sobre la una de la tarde, Roberto, natural de Mogán, consorte desde hace 22 años en eso del Charco, ya degustaba junto a la familia de su mujer, la sabrosa paella, la apetitosa tortilla, los calamares y el pescado a la plancha, por si acaso alguien se quedara con hambre, invitando a todo el que aparecía por su mesa a compartir con ellos el suculento almuerzo, muestra de ua hospitalidad sincera que enriquece y hace único este día de fiesta.
Más adentrados en el parque, Lucio Oramas, aldeano, que desde hace 35 años vive en Gáldar, pero que siempre regresa al pueblo por San Nicolás, echaba un mano a mano, guitarra contra timple, con su prima hermana, Carmen Ramírez, calentando motores para cuando llegara el resto de la familia, ya que prometían montarla bien montada.
Y después de estar 14 años casado con una aldeana, viviendo en la isla, por fin, por primera vez, el granadino José Antonio Najaro, pudo disfrutar del Día del Charco, pero eso sí, sin atreverse a meterse en el rebumbio de las frescas aguas.
El pequeño Albián Ramírez con un año de edad, bailaba por el parque, vigilado por la atenta mirada de su madre, mostrando ya maneras de cómo se vive la fiesta en La Aldea.
No faltó detalle para disfrutar de ese rato especial con familias y amigos. Se extendieron mantas, se colocaron sillas y mesas, cocinillas para hacer el café, y hasta el lico de papas sueco estuvo otra vez en el once de septiembre aldeano.
Como suele pasar, hay quien aprovechó la sobremesa para echar un ligero sueño, pero poco y muy ligero, ya que la Banda de Agaete volvió a tocar anunciando que llegaba el momento esperado, y casi sin tiempo, sonó el volador de las cinco de la tarde, dando permiso para tirarse al Charco.
Y con el remojón llegó también la captura de las lisas, pocas este año, según se quejaban los más expertos pescadores.
Después de un divertido pese de la pesca, el primer premio para la pieza más gorda, fue para Francisco José Llarena, que pescó a mano, una hermosa lisa de 700 gramos.
Agora y Herse, utilizando la red, se tuvieron que conformar con una lisa de 600 gramos, mientras que Nando Navarro, que utilizó también la red, consiguió el primer premio del lote, con una captura que pesó tres kilos, trescientos gramos.
Lisas este año, más bien pocas, pero lo que no faltó fue la alegría de un pueblo, que cada once de septiembre, en torno al Charco, vive y se siente una gran familia.
Puedes ver una amplia galería fotográfica del día de El Charco en este enlace.